El Muro de un Solo Hombre
La era del reboot del cine ha estallado; películas que basan su éxito en revivir viejas historias y personajes para atraer a los fans que crecieron con ellas, tal vez para aprovechar que hoy son adultos con poder adquisitivo para el merchandising. El éxito del modelo de la franquicia cinematográfica es inevitable si hay, por parte de los realizadores, una fidelidad total a la esencia del original; la estrategia es provocar la emotividad a través de la referencia gráfica o musical a décadas atrás. Star Wars y Jurassic Park, son algunas, pero más recientemente nos hemos enterado de que pronto estará en las salas Rambo V, el veterano de la guerra de Vietnam que bajo el mando de Ronald Reagan volvió a la selva para vengar -él solo- a los jóvenes soldados. John Rambo llegará en esta ocasión para defender el American way of live de la amenaza más próxima, el “enemigo público número uno” en el 88, la organización criminal a la que la DEA cortó la cabeza, pero que en esta ocasión retoñó con apellido diferente y no tan al sur, sino aún más cerca: el narcotráfico mexicano.
Donald Trump no ha levantado el muro prometido, pero sí enviará a su mejor hombre a defender -él solo- la frontera sur de la violencia provocada por la pobreza, la injusticia y sobre todo por el narcotráfico. Pareciera que la era del reboot ha dado una nueva oportunidad a la propaganda norteamericana. Un arma ideológica que se puede rastrear casi desde la aparición del cinematógrafo; usada por los Nazis, la URSS y, mucho más sutilmente, por EUA durante los años ochenta con el ya mencionado Rambo III o Rocky IV. Dos cintas usadas en la Guerra Fría para noquear al crudo invierno ruso que los alemanes no resistieron, y justificar prematuramente el intervencionismo amistoso -después no tan amistoso- en Afganistán.
La pregunta es: ¿Este reboot será fiel a la esencia del original? Lo que tendremos es una cinta que motive, como en el pasado, a deshumanizar a una cultura para que el narcotraficante violento y sanguinario pase a ser el estereotipo con el que se distinga al mexicano en los próximos años; una representación que opaque las muchas o pocas, pero siempre valiosas, aportaciones del migrante mexicano en el extranjero, que motive al norteamericano promedio a apoyar cuatro años más al hoy presidente Trump; impulsará el proyecto del muro fronterizo y, aún mucho peor, será el primer paso para justificar la militarización de la frontera o la intervención en el país. ¿Cómo saberlo? Pero de lo que hay que estar seguros es que esto es un producto, cuyo su principal ingrediente es el miedo, como siempre, el miedo a “él otro” que esta vez le tocó ser al mexicano.
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