Ser un consumidor responsable para combatir el cambio climático


Consumir productos de mejor calidad, más saludables y de mayor durabilidad puede prevenir el cambio climático



El fin de la vida como la conocemos ocurrirá en 2050, la ONU prevé esto a menos que los niveles de CO2 disminuyan en un 20% para el 2020 y en un 70% para el 2050. Una meta enorme en la que los gobiernos y las industrias tienen un papel fundamental. Pero, ¿los ciudadanos qué podemos hacer para ayudar a evitar la catástrofe?

Probablemente lo primero que debemos preguntarnos es ¿qué podemos cambiar y que podemos conservar en nuestra vida?, ¿qué productos podemos dejar y cuáles conservar? pero, sobre todo ¿cuáles podemos transformar? El mayor de nuestros enemigos para alcanzar esta meta es el petróleo, presente en la mayoría de los productos de uso doméstico, no solo en los envoltorios sino también en su fabricación como es el caso de champús, jabones, aromatizantes, productos de belleza, etc. Así como en alimentos en forma de colorantes, saborizantes, conservadores y fertilizantes. Sin mencionar que con él se produce energía para las ciudades y las industrias.

Por lo anterior hemos concluido que la forma más efectiva de dejar de contaminar es comprar solo productos que estén libres de petroquímicos, es decir aquellos que tengan una procedencia 100% natural. Sin embargo, al buscar este tipo de productos nos encontraremos con la sorpresa de que la oferta es limitada y, la mayoría de las veces, mucho más costosos que los que podemos encontrar en el supermercado.

A pesar de esto, cada uno de nosotros pude tomar la decisión de ser un mejor consumidor, uno responsable con el medio ambiente. Aquel que voltea a ver a su alrededor y piensa en la mejor forma de conservar los lujos que la vida moderna nos ofrece y al mismo tiempo disminuir su huella de carbono.

Es un gran dilema, ¿qué debemos hacer? ¿comprar barato y contaminar o ser ecológicos a costa de nuestro bolsillo? La solución a esta complicada decisión es más fácil de lo que podemos imaginar, soluciones simples que podemos implementar sin parecer unos fanáticos alarmistas, aquí un par de ideas.


Eliminar desechables:

Un primer paso pude ser, dejar de consumir productos empacados en PET, plástico, unicel o cualquier desechable. En internet ya podemos ver gente que lleva su tupper al super para colocar el jamón o queso en él y, por supuesto, cargándolos en una bolsa de yute o nilón para evitar las desechables.
Normalizar esta práctica en todo comercio de comida sería un enorme paso, desde los tacos hasta el helado o la pizza, si es para llevar a cargar el tupper.

Ropa de mejor calidad:

En los últimos años la industria de la moda ha cambiado y se ha movido tan rápidamente que uno tiene que comprar ropa constantemente para estar en tendencia, este movimiento en la industria es conocida como Fast fashion, y entiende a la moda como algo desechable, ropa de costos tan bajos que las ofertas son irresistibles.
Sin embargo, estas prendas son de muy mala calidad por ser de telas sintéticas con colorantes químicos, materiales contaminantes que, visualmente, se desgastan rápido y obligan al consumidor a adquirir más a la brevedad.
La solución, comprar menos ropa, de telas más naturales y con un periodo de vida mayor, sobre todo de esos clásicos que nunca pasan de moda.

Movilidad alternativa:

La humanidad ha convivido poco más de un siglo con el automóvil, maravillosa máquina, pero, misma que produce grandes emisiones de CO2. La decisión es nuestra, usar menos el auto, compartirlo o, en su defecto, adquirir uno eléctrico.
Lamentablemente en este apartado debemos reconocer que la industria y los gobiernos tienen un enorme peso, así que la recomendación es exigir y exigir mejores alternativas vehiculares y optar por vehículos menos contaminantes mientras nos dan esas respuestas.

Implementar cambios estructurales en nuestra vivienda:

Esta sugerencia es mucho más radical y pude ser más costosa al inicio, pero, a largo plazo también pude aportar un enorme beneficio, no solo al medio ambiente sino también a nuestro bolsillo.
Adquirir un sistema de cosecha de aguas pluviales, un sistema de energía eléctrica limpia e incluso construir un huerto urbano en casa, son ideas nada descabelladas sobre todo en un país como México, donde hay lluvia durante dos terceras partes del año y es considerado el tercer país más soleado del mundo.

Grandes ventajas para implementar estos cambios que ayudarían a solucionar la sobre explotación de mantos acuíferos y proporciona agua limpia, no tratada que podemos usar para el uso doméstico diario, el riego del ese huerto que, a su vez, ayuda a disminuir o evitar el uso de fertilizantes en las frutas y vegetales que consumimos.

Por último, pero no menos importante, al instalar, por ejemplo, un sistema generador de energía eléctrica a partir de paneles solares evitamos la producción de gases de efecto invernadero al crear energía por medio de la quema de combustibles fósiles, gas natural o carbón. Sin mencionar que nos ahorraríamos una enorme cantidad de dinero mensual a la hora de pagar el recibo de luz.
Ser un mejor consumidor es una decisión que no solo nos permitirá poner nuestro granito de arena y ayudar al planeta, sino que, con nuestra elección de consumo, también podemos alentar a la industria para que invierta en investigación y desarrollo de productos más ecológicos.

A ofrecernos sus productos en mejores empaques; quizá, por qué no, volver a los envases de cristal de las bebidas azucaradas o comiencen a diseñen envoltorios biodegradables y fabricar productos mucho más duraderos.

El poder de elegir como usamos nuestro dinero para ayudar al medio ambiente y al mismo tiempo disfrutar de lo que compramos con él, es nuestro. Ese es el poder del consumidor responsable, premiar con nuestra preferencia a esas empresas que hagan caso a nuestra decisión de cuidar el planeta.

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