La fórmula de Tinta Chida



La filosofía de Alejandro Carrillo sobre la literatura es interesante, ha sido propuesta por muchos y experimentada por pocos; escribir, dejar la fama, el prestigio, el glamour literario en segundo plano y verlo sólo como un medio para ganarse la vida. Eso es a grandes rasgos el proyecto web llamado Tinta Chida iniciado por Carrillo. Esta ya ha rendido frutos a su iniciador con el Premio “Mauricio Achar” en 2016 por la novela Adiós a Dylan, comprobando que el método funciona.


El encuentro fue pactado vía Twitter en la UACM del Valle, donde Carrillo impartía en ese momento su taller llamado “Pelea y escribe” una combinación entre la práctica del arte marcial kick boxing y la escritura. Aquel era un día gris, me senté a esperar su llegada en una banca plástica con sombrilla en la explanada de la universidad, salió de alguno de los pasillos, lo pude reconocer por la larga barba con la que aparece en las fotos en redes sociales: vestía jeans ajustados, tenis y una sudadera negra con capucha con la que cubría su cabeza rapada, atuendo jovial y común en estos tiempos: hip-hop, Bob Dylan, box, escritura, un digno representante de la hibridación cultural posmoderna. Lo saludé, nos acomodamos y la plática comenzó. Me fui por las ramas antes de lanzar la pregunta obligada, común y de toda la vida para un escritor ¿por qué alguien decide dedicarse a eso? ¿Cuál es el origen de esa vocación? También, ¿por qué esa vía de acción?

“Todo nace de la necesidad de crecer y buscar un modelo en el que convertirte, un ídolo. El modelo con el que me sentía más cómodo era el de Jack Kerouac, allí es cuando dije que quería ser escritor, diciendo “yo quiero tener una vida parecida a ésta”, poeta, novelista, esas ganas de verlo todo, de conocerlo todo, de absorberlo todo, estar en todos lados, en la locura de estar vivo y absorber muchas experiencias. Llevo siendo escritor desde los trece o catorce años, pero después me peleé con la idea a los veintidós, lo abandoné como seis años hasta que lo empecé a retomar cuando me di cuenta que estaba haciendo algo que me daba para vivir, pero estaba deprimido. Era mejor entrarle a lo que quería de verdad y realmente me interesaba.

Y así pensando en la banda y en mí, surgió la idea la página web, preguntándome, ¿puedo vivir de esto? y ser el conejillo de indias; someterme a la experimentación para probar y reportar los resultados. El primer paso era decirlo: me voy a dedicar a escribir –salir del clóset literario–, voy a dejar todas las cosas que no son lo que quiero.

Por eso es que muchos post tratan de “cómo dejar el trabajo de Godínez”, “lidiar con el rechazo literario”. En un post cuento mi experiencia como diseñador de páginas web y en otro enseño a hacer una propia, doy recomendaciones de algo ya probado.

Me sorprende cada vez más cómo ha crecido el proyecto, no me esperaba tal respuesta, la gente se identifica y cada vez participa más, han hecho suyo el proyecto, tanto que ya he perdido el control, y eso me parece interesante porque somos una comunidad, no soy yo quien toma todas las decisiones, esos son los riesgos y las ventajas de crecer: te enriqueces y pierdes el control.

Al final el propósito es reivindicar la idea de que no se necesita la aprobación de nadie para ser escritor, ni para que orgullosamente digas que eres escritor. Por eso es que me molestan mucho todos los círculos literarios cerrados y que sólo se ayudan entre amigos. Creo que está bien si uno los puede aprovechar y utilizarlos para lograr lo que uno quiere como autor, pero querer a fuerzas pertenecer a ellos no; pienso que entre más se rompan esos círculos de amiguitos escritores será mejor para la literatura.

Hoy me siento contento de haber podido demostrar que se puede vivir de esto. Es un súper paro ver que las teorías no se quedan sólo en teorías; se trata de experimentar todo el tiempo y cuando da resultados estas parado en otro lugar, no en el de alguien que lo tiene todo resuelto, sino uno en el que el propio proceso y las decisiones que se toman dan el respaldo para decir estoy arriesgándome del modo que me tengo que arriesgar, eso genera mucha confianza.

El proyecto de Alejandro Carrillo no se limita al posteo de artículos para ayudar a los aspirantes a escritor a tomar la decisión de iniciarse, también organiza talleres, sesiones de lectura a las que llaman “Micro chingón”, pequeños certámenes literarios, pero sobre todo es una comunidad de gente que quiere escribir y nada más.


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