El Rigo, músico callejero
Estaba
caminando por una avenida intentando encontrar a alguien interesante para
platicar; una micro pasó veloz y, por el acceso trasero, lo pude ver: delgado,
moreno, cabello ondulado hasta los hombros, guitarra vieja y decolorada. Ahí va
mi crónica, pensé y seguí caminando desesperado. Cuando llegué al semáforo
volví a verlo, encorvado y lánguido caminando, vestía jeans de mezclilla
acampanados, camisa negra y chaleco de lana deslavados. Cruzó al lado
contrario, el semáforo volvió a verde y la decepción se reanudó. ¡Qué no lo
dejen subir!, pensé mientras esperaba el rojo; la luz cambió y crucé, le di
alcance bajo un árbol donde esperaba estirando la mano.
Julio
Cesar, alias Rigo por su evidente parecido con el rockstar de Matamoros, tiene
49 años y es originario de los Reyes la Paz, Estado de México; vive de lo que
saca tocando y cantando en las micros; por el momento ese es su oficio, pero
está pensando en abandonarlo pronto, como él mismo lo cuenta.
Me
acerqué a él esperando un desenfrenado placer por la música de su parte, tal
vez romanticé su oficio, pero sus motivaciones son más simples y tal vez por
eso más validas:
“Aquí
saco más de lo ganaba trabajando en una fábrica donde hacen las botellas de
plástico, esas de Pinol”.
Le
pregunté por el momento en que tomó la decisión de tocar en las calles,
mientras él intentaba acomodar la cinta de su guitarra sobre el hombro, una
cinta que está hecha de retazos de otras cintas, y dudó en dar una respuesta
honesta, pero se animó: “Es que yo soy alcohólico y por eso. Antes yo tenía mi
negocio, de colchones de hule espuma, pero llegó el alcohol y me quedé en la
calle. Llevó cuatro años sin tomar y un año y medio tocando aquí. Toco más las
baladas, anteriormente tocaba rock, a mí me gusta el rock, pero la gente casi
no me daba; las baladas les gustan más, José José, Roberto Carlos, Juan
Gabriel. En la fábrica ganaba como ochenta pesos y aquí ando sacando los cien,
ciento treinta; un día gané trecientos”.
Un
niño que vendía plátanos junto al semáforo se acercó a escuchar la plática. Es
medio día y me interesó el tiempo de su jornal: “Pues le doy desde temprano,
ahorita apenas voy empezando, como a las dos ya le paro, voy a comer y después
otra vez a las cuatro y de ahí hasta las ocho de la noche. Ahorita sí, tengo
que sacar para la renta. No te creas la calle está cabrón. Uno tiene que
soportar muchas cosas; para empezar, pedir permiso, a veces los choferes te dan
chance y otras no, unos son culeros. Los pasajeros casi siempre son buena onda,
pero igual depende como vengan o el tráfico; cuando hay tráfico no te dan, la
gente va cansada, molesta, enojada y ni modo uno tiene que aguantar, llueve o
truene uno le tiene que dar, aquí es diario”.
El
Rigo parecía más suelto y siguió intentando que no se cayera la cinta de sus
hombros, digitaba las pisadas y arpegiaba simulando tocar, le pregunté sobre
sus rutas: “Sólo ando por aquí, un tiempo anduve por el Centro, pero allá ya no
te dejan, te sube la camioneta y te lleva al Torito, por eso ya mejor sólo por
acá. Sí, ya está muy difícil. Luego ya hay otros que se adueñan de los lugares
y te andan cobrando, incluso aquí, luego te dicen que hay que ir a juntas para
que te dejen trabajar y que te tienes que caer; yo daba veinte cada semana,
imagínate cuantos somos, es una lana. Ahora me dicen que vaya y digo que tengo
que ir a otro lado. Un día me encontré al organizador y me dijo qué onda, por
eso ya no voy”.
Rigo
me pareció interesante, su pasado y su presente, quise saber sobre su futuro;
no vi el amor al oficio de trovador en él, y le pregunté si deseaba volver a su
vida de antes, a su negocio: “Para eso tengo que tener un trabajo estable,
ahora ya nada más te prestan como diez mil, pero para eso uno tiene que
demostrar ingresos y para eso se necesita un trabajo bien. Y pues ya estoy
buscando, ya va a quitar las micros y van a poner puros camiones y ya no van a
dejar subir. Por eso ahora que va a llegar el nuevo presidente dicen que ya van
a haber trabajos bien pagados, por eso yo creo que para después de diciembre
voy a empezar a buscar un trabajo bien”.
Me
despedí de Rigo, ya con más confianza chocamos los puños y él se quedó allí
cerca del semáforo, bajo la sombra del árbol esperado que lo dejaran subir a
tocar.
Publicado en https://hablandodecultura.wordpress.com/2018/09/17/el-rigo-musico-callejero/?fbclid=IwAR0kiuh62MzryvdBMUFPPtgQJwNqrlup1oVjmTdvdWO23Nvic9l2e8YO1oU
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